Sin duda la pandemia marcó un antes y un después en la vida de la mayor parte del mundo, no sólo en el ámbito de la salud, sino en la mayor parte de las acciones que por costumbre y de manera automática realizábamos: Tuvimos que normalizar el uso del cubrebocas en cualquier lugar al que podíamos ir, una vez que se nos permitió salir del confinamiento, gel y alcohol en la mayoría de los establecimientos, y claro, no podían faltar los termómetros y tapetes sanitizantes. En lo social también ha generado un gran impacto, mantener la sana distancia y evitar el contacto físico, buscar nuevas formas de saludar, cuando en muchas de las ocasiones lo que más deseábamos era un abrazo, sin pasar por alto, el inefable dolor de quienes tristemente perdieron algún familiar.
¿Hasta qué punto eso también afectó la forma de reaccionar?, ¿nos volvimos acaso menos tolerantes?, ¿desarrollamos algunas fobias sociales?, acumulamos quizá un sin fin de sentimientos encontrados y que probablemente hasta ahora no hemos podido externar… y así podríamos seguir haciendo una reflexión, del antes y el ahora en la pandemia (Leer más. "Familia, gestión emocional y bienestar".)
Sin embargo, no cabe la menor duda que otro ámbito con un impacto muy importante fue la educación: De un día para otro nos encontrábamos dando clase a través de una pantalla, ¿Dónde habían quedado los pizarrones, los plumones, gises y demás recursos con los cuales sentíamos seguridad para dar nuestras clases? Ahora nos enfrentábamos al reto de hacer llegar los conocimientos por medio de una computadora; generando contenido multimedia para las clases, desde presentaciones e infografías hasta juegos y apuntes interactivos; algunos incluso apostaron por videos y podcast y el uso de diversas herramientas tecnológicas.
Ahora ¿cómo evaluaremos?, ¿qué pasará con los niños pequeños que apenas estaban ingresando a primaria? Muchos niños apenas se conocieron al momento de iniciar las clases híbridas y algunos otros hasta que ya se restablecieron las clases de manera presencial al cien por ciento.
Cabe mencionar que a partir de lo anterior, durante la pandemia muchas niñas, niños y adolescentes, se vieron en la necesidad de estar conectados a internet, por mucho más tiempo, tuvieron acceso al trabajo en computadoras, tabletas o teléfonos celulares, aún a corta edad. Este es un medio que les brindaba grandes oportunidades para encontrar información, continuar con sus actividades educativas y estar en contacto con sus seres queridos.
Aunque desafortunadamente internet también representa un riesgo para los niños, niñas y adolescentes. Según reporta UNICEF en las encuestas nacionales, el 25% de las y los adolescentes de entre 12 y 17 años ha vivido alguna forma de ciberacoso en México, lo cual puede tener consecuencias graves en su desarrollo, en su salud mental y en su integridad personal.
Pero, entonces ¿qué podemos hacer los padres?, ¿prohibirles el uso de dispositivos tecnológicos?, ¿evitar que usen el internet? Desde luego, esto ya no es posible, ya que implicaría un gran retroceso en el avance y desarrollo de habilidades que el uso de dispositivos electrónicos ha generado, tampoco se trata de cerrarle las puertas a la tecnología, los problemas aparecen cuando la educación, la atención, el tiempo de convivencia, el contacto afectivo son sustituidos por algún dispositivo, llámese celular, Tablet, computadora o incluso las consolas de videojuego, aunado esto a la falta de supervisión y acompañamiento por parte de los padres .
Es importante recordar que el juego simbólico y la imaginación, y que no pueden ser sustituidos por un dispositivo móvil, son parte importante para que los niños y niñas tengan un desarrollo emocional y crecimiento mental óptimo, cuya ausencia los puede llevar a no tener un conocimiento de sí mismos, incremento de temores, preocupaciones, deseos y fantasías.
¿Qué podemos hacer entonces como padres?
Usar la tecnología a nuestro favor, utilizando controles parentales, filtros de búsqueda seguros para las redes sociales y videojuegos, además de configurar opciones de privacidad más estrictas; fomentar la amabilidad, promover un trato amable y respetuoso con sus compañeros y compañeras, no compartir contenidos, imágenes o hacer comentarios malintencionados o hirientes que puedan dañar. Y por supuesto, emplear en todo momento un lenguaje libre de violencia y palabras altisonantes.
Informar de los peligros que corren al hacer uso del internet si no cuidan su privacidad. Por tanto, será indispensable dejar bien claro que deben evitar brindar su información personal, sobre todo ante desconocidos y explicarles que no pueden proporcionar su nombre completo, dirección o imágenes suyas o de su familia. Esto implica establecer las normas y tiempo que podrán hacer uso del internet, así como, dónde pueden utilizar los dispositivos móviles.
Fomentar en ellos la confianza, para que en el momento que sufran de ciberacoso, grooming, sexting o alguna experiencia que les incomode, puedan platicarla abiertamente en casa: Que sepan que pueden hablar de sus problemas y que puedan ser escuchados y escuchadas sin ser juzgados o inculpados.
Guiarlos para que sepan identificar páginas web confiables y búsqueda de contenidos de calidad, para evitar acceso a contenidos inapropiados. Dar confianza a nuestros hijos es vital, pero es nuestra responsabilidad revisar de manera periódica los dispositivos a los cuales nuestros hijos tienen acceso.
Pasar tiempo de calidad en familia, fomentando actividades que les permitan convivir y disfrutar, como juegos de mesa, actividades al aire libre, práctica de deportes, etc. Esto nos ayudará a pasar menos tiempo conectados a internet.
Pero, sobre todo, estar atentos a cualquier cambio de conducta o estado emocional (mal humor, angustia, pesadillas frecuentes, ansiedad, ira, introspección, depresión, hablar de sexualidad con expresiones que no son adecuadas a su edad), ya que estos pueden ser signos de que están viviendo alguna experiencia no apropiada en internet, o incluso alguna forma de violencia.
Hagamos de la tecnología nuestra aliada para que la educación de nuestros hijos se enriquezca y no juegue en nuestra contra, ya que un dispositivo nunca podrá sustituir nuestro amor, atención y experiencias que después se volverán recuerdos familiares.
AUTOR: Lic. R. Magali Mejía Hernández
Licenciada en Psicología
Coordinadora Académica de Primaria Alta IDENAP
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