A lo largo de mi incursión laboral en el ámbito educativo, he tenido la grandiosa oportunidad de conocer y aplicar diferentes corrientes pedagógicas, que van de las más complejas y estructuradas, hasta las más simples y sencillas. Todas ellas han marcado tendencia en su momento, sustentadas en principios teóricos y filosóficos que buscan el anhelado propósito de “lograr conocimientos para aplicarlos en la vida cotidiana”. De esta manera, he visto desfilar distintos métodos de enseñanza-aprendizaje, acompañados siempre de sus respectivos y enmarañados conceptos. Si analizamos cada una de estas tendencias educativas, podemos observar que, efectivamente, fueron concebidas para dar respuesta a las necesidades educativas del momento y el hecho de que en los tiempos actuales apliquemos parte de ellas, ratifica la importancia que han tenido; sin embargo, los altos índices de deserción y fracaso escolar que enmarcan significativamente los últimos años, nos ubican en la perspectiva de que algo está pasando, que algo no está del todo bien o que no lo estamos haciendo de la manera más adecuada.
En el informe presentado por el INEGI y evaluando las causas de deserción estudiantil al término del Ciclo Escolar 2018-2019, es decir, en tiempos previos a la Pandemia de COVID-19, revela que el 48.3% de estudiantes entre 11 y 17 años que abandonan la escuela lo hacen “por falta de interés, aptitud o requisitos para permanecer en ella”. Este dato es alarmante, ya que muestra razones que no necesariamente tienen qué ver con una precaria condición económica, ni con la propuesta educativa que emana del sector oficial, o con el incumplimiento de los objetivos programáticos que establece cada Colegio en particular. Es bien cierto que la amalgama de factores que incide en el llamado “éxito escolar” es complejo y muy diverso en su composición. No podemos negar que el currículum juega un papel muy importante, pero también es verdad que en ello se involucran diversos factores relacionados con la persona misma, con sus hábitos, con sus principios, con el estilo y dinámica familiar.
Para Jacques Delors, “la educación encierra un tesoro”. Basándose en esta idea, es como establece los Pilares de la Educación, como “aspectos en los que se apoya el proceso de aprender a lo largo de la vida” y habla de Aprender a Conocer, Aprender a Hacer, Aprender a Ser, Aprender a Convivir, convirtiéndose en la tendencia pedagógica que nos rige actualmente.
De todo esto, surgen preguntas inevitables: Si contamos con los recursos técnico-pedagógicos necesarios para encauzar la formación académica de nuestros estudiantes, además del esfuerzo colaborativo de todos los que integramos el sector educativo, ¿qué está faltando? ¿Por qué vemos cada día mayor apatía y falta de iniciativa en nuestros alumnos? ¿Por qué cada vez se dificulta más y más alcanzar un “adecuado nivel académico”?, ¿Por qué gana cada vez mayor terreno la “ley del menor esfuerzo”?
Posiblemente no estemos aún en condiciones de dar respuesta a todas estas interrogantes, pero lo que sí es cierto es que como padres de familia, podemos incidir positivamente para revertir la tendencia que actualmente estamos viviendo, acompañando a nuestros hijos en el continuo y complejo proceso de aprender y aprovechando al máximo y de manera positiva lo aprendido. (Leer más. "¿Cómo ejerzo una crianza asertiva?")
Para tal fin, te invito a reforzar con ellos las siguientes acciones:
Que muestre gusto y satisfacción por aprender: Ayuda a tus pequeños a descubrir lo maravilloso que es aprender cada día algo nuevo. Camino a casa, al regreso del Colegio, dedícales unos minutos para preguntarles qué fue lo que aprendieron en este día, qué fue lo que más les gustó o les fascinó. Que se den cuenta que cada conocimiento tiene una razón de ser y que todo es importante y aplicable en su vida.
Que te intereses por sus vivencias: Aprovecha cualquier momento para compartir con ellos alguna vivencia de tu día y motívalos a que ellos también te compartan algo significativo que hayan vivido en el Colegio, alguna experiencia o alguna anécdota. Que se den cuenta de que lo que para ellos es importante, para ti también lo es.
Que aprenda a resolver sus problemas: A veces abusamos de la frase “No quiero que sufra lo que yo sufrí…”. Como padres, resulta muy difícil ver padecer a nuestros hijos por situaciones propias de su edad y crecimiento, por lo que buscamos alternativas inmediatas para resolverles sus problemas, pensando en que es la mejor manera de ayudarlos. Nada más opuesto a la realidad: Es necesario que ellos asuman plena responsabilidad de sus acciones, viviendo las consecuencias de sus actos. Se vale acompañarlos en este proceso, brindándoles alternativas de solución, pero quienes deben afrontar esta circunstancia son ellos mismos. Resolver una situación problemática, los prepara para afrontar desafíos cada vez más exigentes en su vida futura.
Que sea disciplinado: Muy en el fondo, todos los niños quieren ser disciplinados, porque esto les otorga seguridad y confianza en sus acciones. Muchas veces, su respuesta inmediata a una condición de orden es el berrinche o la negación. Como todo buen hábito, las acciones llevadas a cabo de manera sistemática finalmente rendirán fruto. Ayúdales a ser disciplinados, estableciendo horarios, momentos y ambientes para cada acción: Para levantarse, para comer, para hacer las tareas, para colaborar en casa, para divertirse, para cultivarse, para dormir. Los hábitos le otorgarán control y confianza en sus acciones.
Que tenga la oportunidad de fracasar: Cada objetivo no logrado nos da la oportunidad de evaluar nuestro desempeño y analizar las causas que impidieron conseguirlo. Briceño (2009) considera al error como “una fuente de aprendizaje, ya que detectar errores e intentar remediarlos, puede resultar una tarea enriquecedora, ya que pone a prueba hasta qué punto se ha comprendido el nuevo aprendizaje”. Acompaña a tus hijos en los momentos de frustración resultado de no haber conseguido la meta deseada y juntos busquen alternativas para lograr cumplirla en la próxima oportunidad, aprovechando la experiencia en los fracasos anteriores.
Que no se sienta obligado a ser el mejor: Tus hijos no están obligados a figurar siempre en el “cuadro de honor”, ni a obtener el primer lugar en todo lo que realizan. Deben cumplir el compromiso de brindar su mejor esfuerzo y los resultados irán de la mano de acuerdo a la preparación que hayan realizado, a sus habilidades y aptitudes. Estimúlalos para que se esfuercen al máximo y pongan empeño en todo lo que hagan y reconoce cada logro que consigan. Si tus hijos están obligados a algo, sin duda, es ¡A SER FELICES! (Leer más. "Paciencia y amor, las claves para su desarrollo")
AUTOR: Manuel Girón Mateos
Maestría en Ciencias de la Educación.
Director Académico Nivel Primaria IDENAP.
Comments